Esta semana, Antonio Morales, presidente del Cabildo de Gran Canaria, presentó el balance de sus diez años de gobierno. En muchas cosas se ha avanzado. Pero en participación ciudadana queda muchísimo por hacer, y además de forma urgente.
Porque está demostrado: si no participamos de forma constante, con información y de manera organizada, la democracia se debilita y queda en manos del oportunismo y la desilusión. Así se explica que muchas personas terminen perdiendo la esperanza.
Si solo votamos cada cuatro años, corremos un riesgo: que el enfado acumulado se convierta en un voto de castigo. A veces se vota a otra opción no porque se confíe en ella, sino simplemente para echar a los que están. Y eso puede ser peligroso. Porque a veces el remedio es peor que la enfermedad.
Participar no es solo votar. Tampoco es rellenar un formulario o dar tu opinión en una encuesta que no sirve para nada. Participar de verdad es tener voz. Tener espacios donde pensar juntos, decidir sobre lo que nos afecta y mejorar lo que no funciona. Participar es formar parte de la comunidad. Es construir poder colectivo desde abajo. Y contar con garantías de que lo que se dice se recoge, y lo que se recoge se valora y se ejecuta.
En Gran Canaria, aún estamos lejos de ese modelo. A veces, la participación se queda en apariencia.
Por ejemplo, la consulta que hizo el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria sobre el futuro paseo del Guiniguada. En teoría, era una buena idea. Pero si miramos bien, vemos que la opinión de la gente solo contaba un 10%. El resto lo decidía un jurado técnico. No hubo debates previos, ni explicaciones claras, ni igualdad de oportunidades para opinar. Solo participaron 1.481 personas en una ciudad de más de 380.000. Eso es un 0,4%. Muy poco. Y ese dato, por sí solo, debería hacernos pensar.
En realidad, fue una consulta de cartón piedra. Tenía forma democrática, pero no contenido real. Un gesto que pudo ser algo importante, pero que se quedó en eso: un gesto. Y lo grave es que no es un caso aislado.
En 2015, el Cabildo creó la Unidad de Participación Ciudadana, y en 2018 aprobó un reglamento para darle forma. Fue una apuesta por la transparencia y la escucha activa. Desde entonces, se han hecho cosas positivas: una plataforma digital (aunque apenas se usa), una red de municipios, formación, materiales y estrategias compartidas entre administraciones. Todo eso es valioso. Pero no ha sido suficiente.
No se ha creado una estructura estable con personal que coordine bien todo esto. A día de hoy, después de diez años, no hay ni un solo técnico contratado, solo un director general. El reglamento, sin medios ni seguimiento, corre el riesgo de quedarse en papel mojado. Y sin personas que lo impulsen, no hay proceso. Sin dinamización, no hay comunidad. Sin presupuesto, no hay transformación.
Si de verdad se quiere dar un salto cualitativo, quizá ha llegado el momento de plantearse crear una Consejería específica e independiente, con entidad y recursos, dedicada solo a para la participación ciudadana. Como ocurrió con Igualdad, que pasó de ser un servicio a una consejería con entidad propia. Porque la participación también necesita eso: legitimidad institucional, entidad política y medios reales.
También hay un perfil profesional que sigue infrautilizado: el de la educación social. Estos profesionales pueden desempeñar un papel fundamental en la dinamización, la mediación entre ciudadanía e instituciones, la formación democrática, el acompañamiento a colectivos, la activación de lo común. Pero siguen sin ser contratados para estas tareas. Un error estratégico. Porque sin educación no hay transformación sostenible. Sin acompañamiento, no hay proceso. Sin mediación, no hay confianza.
Por eso, sería útil abrir una línea de ayudas para contratar profesionales que dinamicen estos procesos. Y junto a la gente, hacer una evaluación clara de estos diez años: ver qué ha funcionado, qué no, y qué podemos aprender. Con ese diagnóstico, podríamos sentar las bases de un nuevo plan estratégico insular de participación ciudadana, que dé continuidad, profundice lo conseguido y se atreva a ir más allá. Hacerlo así, con lo aprendido, sería un gesto de coherencia democrática.
Para que la participación funcione, también necesitamos una fotografía realista del tejido asociativo en la isla. ¿Cuántas asociaciones existen realmente? ¿Cuántas están activas, cuántas son solo legales en el papel? ¿Dónde están, qué hacen, a quién representan? ¿Hay empresas que operan como asociaciones? ¿Cuáles podrían reactivarse si existieran condiciones adecuadas? Sin ese diagnóstico, planificar es navegar a ciegas.
En este contexto, las subvenciones actuales permiten a muchas asociaciones sobrevivir, lo cual es necesario, pero no suficiente. El verdadero reto es que el mundo asociativo se convierta en un espacio vivo, que proponga ideas, que influya, que cree comunidad. Para eso hace falta más formación, más apoyo, más espacios para pensar juntas. Las asociaciones no pueden seguir limitadas a la supervivencia. Deben ayudar a transformar.
Porque si no se hace, no será por falta de ideas ni herramientas. Será por falta de voluntad. Porque incluso en gobiernos que se dicen progresistas, compartir poder sigue dando miedo. Se sigue viendo la participación como amenaza, en vez de como una oportunidad.
En Gran Canaria, la participación no parte de cero. Hay camino recorrido. Hay herramientas. Hay personas que llevan años sembrando. Lo que falta es unir todo eso y convertirlo en una política pública con vida, con estructura, con impacto real. Si hay voluntad política y se confía en la ciudadanía, aún estamos a tiempo. Porque sí: si participamos, todo puede cambiar.
Solo hace falta una decisión clara: “Ahora sí. Vamos a poner la participación en el centro.” Esa frase puede cambiarlo todo. Puede abrir un nuevo ciclo donde la gente no sea solo usuaria, sino protagonista. Donde la democracia no sea solo votar, sino compartir. Donde lo común se construya entre todas.
Porque una buena participación no es un sueño imposible. En Suiza, por ejemplo, hay referéndums que sí deciden. Y procesos donde se debate de verdad. Aquí también podríamos hacerlo.
Ojalá te sirva.