Lo que pasó con el pueblo judío a manos de los nazis nos pareció, con toda razón, una aberración de la humanidad. Una herida que aún sangra en la memoria del mundo. Se estudia en los colegios, se recuerda en museos, se honra con la promesa solemne de “nunca más”.

Y, sin embargo, hoy, en pleno siglo XXI, estamos viendo, en directo y en nuestras pantallas, algo que se le parece demasiado. La destrucción sistemática de un pueblo, el hambre usado como arma, la muerte de miles de inocentes.

Decirlo no es exagerar. Es asumir que la historia puede estar repitiéndose delante de nosotros. ¿Todo vale cuando hay miedo? Israel dice que, como ha sufrido ataques terroristas y aún quedan rehenes, puede hacer lo que sea para defenderse. Pero ¿puede el miedo justificar que se arrase una ciudad entera? ¿Puede servir de excusa para expulsar y matar a quienes no han cometido ningún crimen? Si aceptamos esa lógica, seguimos todavía en la caverna: respondiendo a la barbarie con más barbarie.

Lo digo claro: Hamás es una organización terrorista. Ha asesinado, secuestrado y atentado con brutalidad. Eso no tiene ninguna justificación. Pero tampoco la tiene convertir a todo un pueblo en enemigo. Defender la seguridad no puede significar exterminar a quienes nada tienen que ver. Cuando la defensa rompe las reglas básicas de la humanidad —distinguir civiles de combatientes, evitar daños desproporcionados, no usar el hambre como arma— deja de ser defensa y se convierte en venganza. Y la venganza, aplicada a millones de personas, se parece demasiado a un genocidio.

¿Por qué no se actúa con más contundencia? ¿Por qué, si otro país hiciera lo mismo, estaría ya aislado con sanciones, y en este caso apenas se mueve nada? La respuesta es incómoda: porque hay intereses estratégicos, económicos y diplomáticos que pesan más que la vida. Israel es un actor clave en defensa, ciberseguridad, tecnología. Tiene inversiones compartidas, contratos millonarios y un paraguas de aliados muy poderosos. No es magia ni conspiración: es poder y dinero. Y mientras tanto, las vidas se ponen en segundo plano.

Sé que hay personas que piensan distinto. Algunos me dicen: “esto es un choque entre civilización y barbarie, hay que aplastarlos a todos”. Ese discurso me hiela la sangre. Ni todos los palestinos son terroristas ni todos los israelíes son verdugos. Generalizar es el camino más corto a la deshumanización. Y cuando dejas de ver a alguien como persona, es más fácil justificar su muerte.
Así empezaron los peores horrores de la historia.

En España, la postura de Partido Popular y Vox es clara: niegan que haya un genocidio, cuestionan los informes internacionales y se acomodan en el silencio o en los tecnicismos. Dicen que “eso lo decidirán los tribunales” o que “no le corresponde a la ONU”. ¿Y mientras tanto? ¿Esperamos a que llegue una sentencia dentro de unos años, cuando quizá ya no quede pueblo que proteger? Ese discurso es una forma elegante de no hacer nada. Y no hacer nada, cuando hay gente muriendo, es complicidad.

Y quiero subrayar algo muy importante: criticar lo que hace el gobierno de Israel no es ser antisemita. De la misma manera, defender al pueblo palestino no significa apoyar a Hamás. El antisemitismo es un odio injustificable que debe combatirse siempre. Y la complicidad con el terrorismo también. Precisamente por eso, defender la vida de los civiles —sean israelíes o palestinos— es el único camino ético posible.

¿Qué podemos hacer desde aquí? Podemos exigir coherencia a nuestros gobiernos: que condicionen acuerdos comerciales, que revisen exportaciones de armas, que apoyen investigaciones internacionales y que no escondan la cabeza bajo tecnicismos. Podemos actuar en lo personal: dejar de comprar productos de empresas que sostienen esta maquinaria bélica, protestar pacíficamente. Y podemos decir alto y claro que no todo sigue igual: que no se puede cantar en Eurovisión ni correr una vuelta ciclista mientras, a pocos kilómetros, sus gobiernos matan de hambre y con bombas.

También dentro de Israel hay voces que piden un alto el fuego, que cuestionan la deriva de su propio gobierno. Esas voces valientes merecen apoyo y reconocimiento. La solidaridad también pasa por escucharlas, porque no todos están de acuerdo con esta barbarie.

Si ahora permitimos que esto ocurra sin consecuencias reales, estamos abriendo una puerta muy peligrosa. Mañana cualquier otro país podrá usar la fuerza para imponer su verdad o sus intereses. Ya lo vemos con Rusia y la invasión de Ucrania: no se trata de miedo, se trata de apropiarse de territorio por la fuerza, de decidir que un pueblo entero puede ser sometido para agrandar fronteras.

Y si no aplicamos la misma regla a todos —si no aislamos a quienes utilicen la guerra como herramienta de opresión, sea quien sea, Israel, Rusia o cualquier otro Estado— estaremos creando un precedente que normaliza la violencia como forma de política exterior.

Eso nos dejaría en un mundo donde “todo vale” y donde los conflictos se deciden por la fuerza, con el riesgo real de que un día los choques entre grandes potencias desemboquen en una tercera guerra mundial. La única manera de evitarlo es que la comunidad internacional sea contundente, rigurosa y coherente: quien incumpla las normas debe afrontar sanciones claras. Solo así podremos aspirar a una paz duradera y proteger el futuro de las próximas generaciones.

Y vuelvo al inicio, porque ahí está la raíz. El Holocausto fue el mayor grito de “nunca más” que el mundo se dio a sí mismo. No podemos dejar que esas palabras se vacíen. Si condenamos aquel horror, no podemos normalizar este. Si decimos que aprendimos de la historia, tenemos que demostrarlo ahora.

¿Queremos que dentro de unos años este capítulo se estudie en los colegios como otra vergüenza universal? ¿Queremos que nuestros hijos y nietos nos pregunten por qué callamos? Yo no. No quiero acostumbrarme. No quiero ser cómplice.

Y no quiero que la frontera que separa la civilización de la barbarie se cruce otra vez. La humanidad es esa frontera. Y no deberíamos permitir que nadie, por miedo, por poder o por dinero, la vuelva a atravesar.