En esta isla no hay dos personas iguales. Y ahí, precisamente ahí, está una de nuestras mayores riquezas.
Vivimos rodeados de diferencias que se notan en la forma de pensar, de sentir, de hablar, de creer, de mirar la vida. Diferencias en la piel, en los ritmos, en las capacidades, en las oportunidades, en las alegrías y también en las heridas. Y, aun así, compartimos una misma tierra y una misma necesidad: convivir con dignidad.
Gran Canaria Diversa nace para recordarnos algo que parece evidente, pero que estamos olvidando con demasiada facilidad: somos una comunidad antes que individuos aislados. Cuando rompemos esa idea, cuando dejamos de mirarnos como parte de un todo, empiezan muchos de los problemas que hoy nos duelen.
No es casualidad que hablemos cada vez más de acoso, de soledad, de odio en redes, de tristeza en las aulas, de miedo a ser quien se es. El odio no nace solo. Se aprende. Y si se aprende, también se puede desaprender.
Gran Canaria no es un concepto abstracto. Es gente concreta. Personas que nacieron aquí y personas que llegaron buscando un lugar donde sentirse en casa. Quien camina despacio y quien va siempre con prisa. Quien habla alto y quien apenas puede escuchar. Quien vive en el mundo rural y quien habita la ciudad. Quien tiene la vida más o menos resuelta y quien apenas llega a final de mes.
Pero no siempre sabemos mirar esa diversidad con respeto. En las aulas, en las calles y en las redes sociales se repiten burlas, humillaciones, acoso y desprecios que dejan marca. Personas que sufren por cómo son, por cómo hablan, por cómo aman, por cómo se mueven, por su origen o por su cuerpo.
Ahí es donde aparece la urgencia. Gran Canaria Diversa nace para prevenir ese daño antes de que ocurra. Para sembrar otras miradas posibles. Para recordar algo esencial: nadie sobra.
Durante este año se han desarrollado proyectos educativos y sociales que han llegado a 50 centros educativos de la isla, con dos charlas en cada uno. No para dar lecciones, sino para abrir conversaciones. Para hablar de respeto a uno mismo y a las demás, del uso de las redes, de la convivencia en la familia y en el aula, de la empatía como herramienta de vida.
Y ocurrió algo importante: cuando se habla con honestidad, la juventud escucha. Cuando se les mira sin juicio, responden. Cuando se sienten respetados, bajan la guardia. Ahí empieza la convivencia real.
Con el proyecto Vidas Diversas, personas con discapacidad entraron en los colegios a contar su experiencia en primera persona. No para generar lástima ni heroísmos, sino para desmontar etiquetas. Porque nadie es solo “una persona con discapacidad”. Como nadie es solo su origen, su orientación, su cuerpo o su circunstancia.Todas las personas tenemos capacidades, talentos, límites, miedos y sueños. Entender esto desde edades tempranas cambia la forma de relacionarnos. La convivencia deja de ser un discurso bonito y se convierte en algo cotidiano.
El libro y la exposición Gran Canaria Diversa son, en el fondo, un espejo. Un reportaje fotográfico y humano que reúne las historias de 42 personas —21 mujeres y 21 hombres— de los 21 municipios de la isla. No son héroes ni heroínas. Son personas de carne y hueso. Gente que cuida, que trabaja, que resiste, que ama, que acompaña, que sostiene la vida diaria sin hacer ruido. En esa suma está la isla real.
Una Gran Canaria diversa en edades, capacidades, profesiones, creencias, orientaciones sexuales, identidades de género, en la convivencia entre el mundo rural y el urbano. Una isla en la que cualquiera puede verse reflejado.
Hubo un tiempo en esta isla en el que nadie salía adelante solo. Se recogían las papas juntos. Se levantaban los techos con la ayuda de los vecinos. Se cuidaba a quien enfermaba. Se compartía lo poco que había. No era romanticismo. Era supervivencia. Y también era humanidad.
Hoy nos empujan al individualismo, a creer que cada cual se salva como puede. Pero esa es una trampa. Las sociedades no se sostienen así. Las personas tampoco. Necesitamos volver a crear redes, lazos y cuidados. Volver a mirar como miraban nuestros mayores. Entender que las diferencias no nos debilitan: nos completan.
Convivir es una decisión. Convivir no es tolerar. No es aguantar. No es mirar para otro lado. Convivir es una decisión diaria: elegir no humillar, no ridiculizar, no señalar. Elegir escuchar, preguntar, acompañar. Educar en el respeto y en la ternura para que cada persona pueda buscar su forma de ser feliz, sin miedo.
Gran Canaria Diversa no es una utopía. Es un recordatorio urgente. Una invitación a mirarnos con cariño, con respeto y a reconocer que cada persona es valiosa tal como es.
La diversidad no nos divide. Nos enseña, nos cuida y nos hace crecer. Gran Canaria Diversa es una invitación a volver a mirarnos, a reconocernos necesarios, a entender que convivir no es una idea bonita, sino una forma de vivir.
Gran Canaria Diversa nació como un impulso del Cabildo, pero no le pertenece a ninguna institución. Le pertenece a la gente. A quienes ya cuidan, ya acompañan, ya respetan sin hacer ruido. Y también a quienes decidan empezar hoy.
Porque convivir no es un programa: es una forma de vida. Y esa forma de vida se construye cada día, en la escuela, en la familia, en el barrio, en una mirada.
El camino está iniciado. Ahora nos toca hacerlo nuestro. Sumar gestos, tejer lazos, poner cada cual su pequeño grano de arena para que esta isla sea, entre todas las personas, más humana, más justa y más amable.